Taller sobre «Adolescencia Hoy»

Durante los próximos meses vamos a realizar este Taller, dirigido a profesionales y estudiantes que trabajen o se interesen por el mundo de los adolescentes.

Tratamos de crear un espacio en el cual podamos entender la adolescencia en el momento actual: una sociedad dónde los valores cambian, las familias ya no tienen la configuración tradicional y los medios de comunicación, la tecnología y la inmediatez e individualismo dominan la sociedad. “La era del vacío” como la denomina Gilles Lipovetsky, filósofo posmoderno que se acerca a analizar la realidad cotidiana de la vida actual.

Queremos trabajar de un modo práctico y ameno, para lo cual se presentarán acompañando a la exposición teórica, material clínico y audiovisual en los que se reflejan distintas situaciones que vemos cotidianamente en los adolescentes de hoy.

El adolescente de hoy no puede ser enmarcado dentro de los cánones con que se describía al adolescente del pasado.

La adolescencia es un hecho individual, pero transcurre en un medio cultural, social e histórico determinado, que marca las características de cada adolescencia.

Identidad adolescente. Sus dificultades.

Quienes trabajamos con adolescentes hemos podido constatar los diferentes procesos en los que se ve envuelto el/a púber y el/a adolescente.

Está claro que es una etapa vivida con gran confusión, escenario de numerosas pérdidas, y a la vez tan llena de nuevos descubrimientos.
Frecuentemente en la consulta nos encontramos con un adolescente que, de forma manifiesta o no, se queja de su cuerpo, al que muchas veces rechaza, desconoce, maltrata o camufla. Un adolescente nos habla de un cuerpo con un nuevo aspecto, que cada vez más se va asemejando al cuerpo de los padres, generando contradicciones y rechazo.

Surge entonces la necesidad de diferenciarse, de parecer distinto, sintiendo que puede conseguirlo a través de la vestimenta, los piercings, los tatuajes. Cuanto más llamativo y alejado de los patrones adultos, mejor. ¡Más a salvo estará su nueva identidad!
La pubertad normal transcurre entre un ir y venir constante, entre el aferrarse al cuerpo infantil ya conocido, compañero de tantas experiencias placenteras, y ese nuevo cuerpo que se vive como ajeno, y que está desbordado por nuevas sensaciones y deseos.

En este período puberal, las experiencias infantiles que se poseen están impregnadas de todos aquellos mensajes que provenían de los padres. Mensajes que le conferían una identidad, la de niño mimado y admirado, junto al sentimiento de saber que se ocupa un lugar de preferencia dentro del seno familiar.
Por otro lado el adolescente también siente que de todo eso se tiene que despedir, que hay un mundo nuevo por descubrir.
Pero para poder ingresar en esa nueva etapa, el adolescente tendrá que ser capaz de elaborar el duelo por el propio cuerpo infantil que quedó atrás, inmerso en ese contexto de equilibrio en que se encontraba.

El adolescente, en este camino, se encuentra con una nueva situación que lo confunde. Se trata del duelo a elaborar con relación a sus padres de la infancia, especie de dioses que todo lo sabían, y por lo tanto tranquilizaban, y que ahora aparecen como seres que dudan y flaquean.

Por si fuera poco, el adolescente se encuentra muchas veces con unos padres que no siempre consiguen sobrellevar las crisis de sus hijos. Ellos también tendrán que desprenderse de una identidad otorgada por ese niño que tanto les admiraba, proporcionándoles una sensación de completud.

Ahora ese hijo le muestra más de cerca su vejez, y les traslada a su propia adolescencia, si tuvieron la oportunidad de tramitarla.
También pueden lamentarse y sentir cierta envidia hacia el hijo que vivirá tantas nuevas experiencias, y que ellos sólo vieron como un momento de sus vidas que se les escapaba por tener que pasar directamente a la vida adulta.

Los padres se sienten llenos de dudas por no saber cómo tratar a ese hijo, se pierden entre poner normas o no ponerlas. Actuar como amigos o conseguir mantenerse como padres, muchas veces represivos y distantes, y por supuesto esto todavía dificulta aún más este segundo proceso de separación que no siempre se produce con éxito.

Pero, para poder enfrentarse a estas situaciones conflictivas y conseguir adaptarse a lo nuevo, para poder ir adquiriendo un nuevo repertorio de actitudes frente a la vida, es indispensable que ese niño haya podido establecer con su madre un vínculo especial de unión y completad. Y también que el padre haya podido participar de esa relación, pero básicamente haber impulsado una separación de ese vínculo dual. De esta manera, la separación no será vivida como pérdida y sí como crecimiento y desarrollo.

Al hablar aquí de madre y padre, en realidad me estoy refiriendo a quien desempeñe la función materna y la función paterna.

Pero lamentablemente las relaciones afectivas entre padres e hijos no siempre ocurren de esta manera ideal, por las propias dificultades de los padres.

Si el niño siente que se ha quedado atrapado en esa relación dual, que nunca pudo sentirse lo suficientemente “contenido” por una mamá con dificultades para percibir las necesidades del hijo, para ser capaz de transformar el desasosiego en calma y serenidad, difícilmente ese adolescente podrá contar con la suficiente fuerza interna y con los recursos internos adecuados para hacer frente a los conflictos propios de su edad.
Si de la relación primera con su madre, o de quien desempeñe la función materna, y posteriormente con el padre no pudo obtener la vivencia y la sensación interna de seguridad, de tener esos objetos de amor dentro, para no sentirse solo en los momentos de soledad, poco podrá pensar en aquello que le angustia, porque hay algo que no se constituyó dentro de él, que es esa capacidad para estar tranquilo con uno mismo. Podríamos pensar en una especie de agujero dentro del psiquismo por donde se escapa la capacidad para pensar, para elaborar.

Entonces ante una sensación de desasosiego, pasará directamente a la acción, muchas veces haciéndose daño, otras somatizando, en definitiva entrando en un círculo cerrado en el que el sufrimiento lo conduzca a situaciones que le generen más sufrimiento aún.

Por eso considero nuestro labor como terapeutas tan importante, aunque nada fácil, al poder acompañar al adolescente en esta nueva experiencia de idas y retrocesos para que pueda transformarse en un adulto satisfecho consigo mismo.

Silvia Ariel